A 16 años de la firma de los acuerdos de paz, es importante reflexionar y tomar conciencia para cambiar la historia.
Como joven, nacido en el año 1993, siendo un hijo de la generación de la guerra, aun puedo recordar a mi abuelo sentado frente al televisor ese 29 de diciembre de 1996, observando con atención, ese momento el cual fue un bálsamo, para poner fin a 36 años de guerra entre hermanos. Y recuerdo como sus lágrimas rodaron. Al pasar los años pude entender el significado de esas lágrimas, aunque mi abuelo ya descansa bajo la tierra. Esas lágrimas aún siguen vigentes, ese día fueron de alegría, quizás porque él como hombre campesino, oriundo de una aldea muy pobre sufrió en carne propia el temor, la muerte, la desconfianza. Un hombre que cuya familia creció acostumbrada a ver a escuchar “muerto por allí, muerto por allá”, le toco que ser como los payasos, andar con la sonrisa pintada. Todo esto como consecuencia de un conflicto no de ideologías, sino de injusticia, discriminación e intolerancia.
Ya han pasado los años, y puedo afirmar que la paz si se firmó. Se firmó porque el papel lo aguanta todo, pero el papel se quema, se rompe, se desaparece y al parecer eso es lo que paso. Que fácil suena hoy decir “la guerra ya paso” “ya olvidémonos de los muertos y desaparecidos”, suena fácil, pero como decía Monseñor Gerardi “El perdón sana la memoria, no la desaparece” Pero entendimos mal, nos olvidamos de todo, y les puedo decir que si aprendí y leí de este conflicto fue por interés propio, ya que en mi centro educativo no lo enseñan, así como en muchos establecimientos públicos y privados del país. Y hoy como queremos que nuestra sociedad sea más justa, más solidaria, más patriota (no del partido), más sensible, si se nos ha negado rotundamente el derecho a saber nuestra historia. Y se puede oir declaraciones patéticas y faltas de razón como “para que aprender de la historia si hoy estamos en un nuevo tiempo” o “los que andan contando la historia, es porque son resentidos” o pero aún son “terroristas”
La paz si se firmó, pero hoy nuestro presidente el “General de la paz”, como se autonombró en su discurso de toma de posesión, ha demostrado lo contrario, imponiendo la voluntad de financistas de campaña (nacionales y extranjeros) en temas como el de minería, donde se puede ver claro en todo el país, especialmente en la Puya, en San Rafael las Flores y Mataquescuintla. Se ha visto su mano de hierro ante menores de edad, llamados normalistas, los cuales expresan su punto de vista, y hoy se les etiqueta de delincuentes, manipulados y anti"desarrollo".
La paz si se firmó, porque hoy podemos ver como el país está siendo militarizado, pero no las fronteras, ni las zonas rojas, sino comunidades que resisten ante megaproyectos de “desarrollo” como monocultivos, hidroeléctricas, minería y petróleo. Como en Santa Cruz Barillas, San Juan Sacatepequez y la matanza de campesinos en Totonicapán.
La paz si se firmó, porque aún se sigue persiguiendo a aquellos que defienden sus principios y valores establecidos en el corazón y la conciencia, hoy ser defensor del pueblo como en el pasado tiene un alto costo, ejemplos no faltan y podría citar el atentado contra el ambientalista Yuri Melini en septiembre de 2008. Y es más hay hasta fundación “anti-terrorismo” la cual como muchos columnistas de diferentes medios hasta funcionarios públicos, difaman y tildan de terroristas, ignorantes y manipulados a personas como yo.
La paz si se firmó, por esa razón hoy escribo, y lo hago consiente de las consecuencias que este “ halón de orejas” pueda traer, quizás no con un gran talento y un léxico muy extenso, pero si con un profundo sentimiento de indignación. Y no lo hago solo contra este gobierno que recién inicia, sino contra todos los que han pasado desde ese 29 de diciembre de 1996. Los problemas que iniciaron la guerra, aun estan allí, la riqueza sigue en las mismas manos, los pueblos indigenas siguen sin ser escuchados, el campesino y obrero sigue explotado ganando un salario minimo vergonzoso, la corrupción inpregnada en el gobierno central y municipal, un congreso poco representativo del pueblo y lacayo de los oligarcas, el clientelismo político, la demagogía y la represión. Hoy si mi abuelo estuviera vivo, lloraría, pero no de alegría, sino de coraje, de decepción y de indiganción.
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